Bryan se sienta en las escaleras de la estación Plaza Venezuela, en Caracas, por la salida que da hacia el reconocido boulevard de Sabana Grande y allí ofrece sus dibujos. Comenzó vendiéndolos en 150 bolívares, luego aumentó a 250 y ahora los vende en 300 bolívares (lo que equivalente a 0,25 centavos de dólar aproximadamente).

El personal del Metro lo deja permanecer ahí y los comerciantes informales de la zona lo cuidan, según información de transeúntes que frecuentan la zona.

Para él lo más importante es conseguir comida y medicinas para su mamá aunque su tío no quiere que siga trabajando.

Sus clientes continuamente le preguntan qué hace ahí solo y él con mucha paciencia les cuenta su historia. Hace dos meses su mamá se lanzó del cuarto piso de un edificio y sobrevivió. Ahora no puede caminar y solamente cuenta con Bryan, su único hijo. Él vende sus dibujos desde antes de que su mamá saltara al vacío, pero no iba todos los días porque se cansaba mucho.

“Mi mamá tiene problemas con los nervios, no me cuesta admitir que nunca ha sentido mucho cariño por mí pero igual yo la quiero cuidar”, así afirma este niño que parece tener la madurez de un adulto. Pasó a cuarto año de bachillerato y sueña con ser contador.

“Me gusta sacar cuentas y tener el control de mi dinero, por eso cuando me gradúe voy a ir a la Universidad Central de Venezuela y empezaré mi carrera”, dijo Bryan.
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