El chef Donato de Santis, jurado de MasterChef Argentina, atraviesa un duro momento personal y familiar. El cocinero sufrió la partida de su mamá, María y la noticia la conoció este domingo 9 de mayo.
El chef Donato de Santis, jurado de MasterChef Argentina, atraviesa un duro momento personal y familiar. El cocinero sufrió la partida de su mamá, María y la noticia la conoció este domingo 9 de mayo.
La madre de Donato de Santis, de 93 años, falleció en La Puglia, Itaia, lugar donde vivía junto a sus hermanos y el resto de la familia del chef, quien viajaba hasta allá cada vez que tenía la oportunidad para cuidar de su madre y darle un respiro a sus parientes. Sin embargo, la partida de su madre lo encontró a más de 11 mil kilómetros de distancia.
Como mensaje de despedida, el cocinero le dedicó un sentido mensaje en su perfil de Instagram, en el publicó una dedicatoria y una serie de fotos familiares. “Hoy me toca despedirme de mi Madre”, escribió.
“Mamma, estoy muy feliz que vos hayas vivido para yo elegirte como madre. Sabes que no te voy a llorar, porque vos vivís adentro de mí como una inapagable antorcha y seguirás viviendo adentro de mis hijas y adentro de los hijos de ellas y asi hacia el infinito…”, comenzó diciendo.
Luego continuó: “A veces me he preguntado a dónde estarán tus juguetes, cuáles eran y si algunas vez los tuviste cuando eras niña…Voy a hacer que tu vida continúe adentro de la mía, como una misión, hecha de todo lo que me has enseñado. El amor inmenso que me dejaste apaga cada grito de dolor. Fuiste siempre un ser de luz en vida así que no dudo que vas a brillar iluminada eternamente. No te voy a extrañar porque miro mis manos y son tus manos. Gracias Mama”.
Donato de Santis nació en Milán, en 1964. Su familia vivía en La Puglia, en el sur de Italia, a unos 350 kilómetros de Roma, mismo sitio en el que vivieron sus ancestros desde el año 1399. De su papá, don Pepino De Santis, contó que “no es un mafioso pero sí es un ‘padrino’ que es diferente, una persona respetable que cuida los intereses de todos”. Si Don Pepino decía que había que hacer algo, se hacía, sin necesidad de contratos, solo con un apretón de manos.
Su mamá era empleada doméstica. “Era muy dulce y acariciaba los pollos y los conejos, hasta que se dormían en su mano. Entonces les cortaba una vena debajo de la lengua y los desangraba, mientras yo sujetaba las patas de los conejos. Yo sacrifiqué mi primer conejo a los 10 años”, recordó hace un tiempo.